Spotligth narra la verídica historia de un grupo de periodistas que en 2002 destaparon una serie de abusos a menores por parte de la Iglesia católica en Estados Unidos. 

La cinta tiene un reparto de lujo (Mark Ruffalo, Michael Keaton, Stanley Tucci, Liev Schreiber y Rachel McAdams...) que trabaja por y para su objetivo. Tienen matices sí, modos de comportamiento que sorprenden como el incansable Ruffalo o el titánico Keaton, pero con una carencia de objetivos individuales impropios de su impecable escenografía. La base es más que solida, pero faltan las guirnaldas. Quizás tiene que ser así y nos encontramos ante un brillante ejercicio periodístico con una potente puesta en escena que huye de artificios, carentes de sentido. Pero, por otro lado ¿es la búsqueda de la verdad suficiente motivo para mover a los personajes por la trama?

Todo ello coincide en una época en la que falta periodismo de investigación es evidente y en la que el número de lectores va bajando considerablemente año tras año. Al fin y al cabo, el trabajo de un periodista es informar, contar la verdad. Por tanto, Spotligth en ese aspecto muestra, de manera realista, el trabajo periodístico brillantemente. Cuenta la verdad, pero del mismo modo que tendría que ser el hacer periodístico, el trabajo de Thomas McCarthy quiere mostrarse imparcial y plantearse otra serie de preguntas, todas ellas amputando aparentemente el dedo acusador. No sólo el quién es importante, sino también el cómo. Estas dudas se ven reflejadas en el propio McCarthy a la hora de encuadrar la historia. La presencia de la Iglesia en la comunidad es abismal, tanto, que la propia sombra e imagen de la catedral de Boston inunda en gran medida una considerable cantidad de planos. Detrás de parques, al fondo de los edificios, al final de la calle, cualquier parte se ve empequeñecida en comparación con el "gran edificio". Por ello, el aparente ejercicio de honestidad periodística no lo es tanto cuando el énfasis recae en la cantidad de casos, dejando de lado el planteamiento tan interesante ( y que hubiera dotado de una mayor trascendencia a la historia) de la nula actitud de la sociedad para la condena del horror.


Spotlight es un brillante ejercicio periodístico con una puesta en escena que evoca al mejor Sidney Lumet pero que dinamita su excelencia bajo la nula capacidad de unos personajes opacos, que hábilmente y durante dos horas sólo te contarán la verdad.


Francisco Eme

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