Cuando hay un abandono masivo en las salas de Sundance al proyectar una película, cuanto menos da que hablar. Pero si además esta película nos trae a un Daniel Radcliffe flatulento bajo la condición de cadáver, la locura está totalmente asegurada. Así partimos con Swiss Army Man, el primer largometraje de "los Daniels" que no dejará indiferente a nadie.

Sin duda no es la obra más profunda de la historia del cine, no tenemos una reflexión antropológica sobre el origen del universo y sus misterios; pero tampoco estamos ante una fábrica de pedos y chistes fáciles al nivel de Eddie Murphy y su profesor chiflado. Gracias a la narrativa de esta emergente pareja de directores, se nos presenta una combinación casi perfecta entre lo absurdo y lo trascendente. Hay momentos en los que no sabemos si nos están tomando el pelo o si hay algo detrás de todo lo que se está proyectando en pantalla, no obstante conforme vamos avanzando en esta odisea de bizarradas, podemos apreciar que esta hora y media de vida no se ha ido por el retrete. 


Además de saber desarrollar y transmitir una premisa absurda de manera sobresaliente, no podemos dejar de destacar la fotografía y la banda sonora. Visualmente es altamente atractiva, encontrar la belleza donde en principio no la hay es una gran virtud que logran con creces. Pero es que cuando la acompañas con una banda sonora que cuadra tanto en dicha belleza como extrañeza, se nos regala una fantasía en la que nos adentramos sin pensarlo dos veces. Todo es atractivo cuando debería ser tétrico. Un aplauso por este logro que nunca ha sido fácil.

Como se ha mencionado antes, no es una película que entrará en los anales de la historia. Tampoco es la revelación del año. Pero sin duda es algo que no me perdería y desde luego recomendaría sin dudar (no a todo el mundo, claro). Es el punto de partida de dos directores que, de seguir por este camino, serán para tener muy en cuenta. Nunca unos pedos habían sonado tan armónicos.




Borja Tamayo Martínez

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