Los que hayáis seguido la trayectoria de ese fenómeno llamado Tom Hardy os habréis dado cuenta de que es uno de los actores más polivalentes del panorama actual. Capaz de hacer cualquier cosa y bordarla. Así de simple. Después de haberle visto en Locke, Warrior o The Dark Knight Rises, creo que no soy el único que quería ver a "la bestia" haciendo ese género Neo-noir para el que tan buenas maneras demostró en Rocknrolla, pero esta vez siendo él el que lleva los pantalones. Como podréis imaginar, La entrega ha sido la respuesta a todo esto. Y menuda respuesta.

La despedida del gran Gandolfini no podría haber sido más digna. El hombre que nos hizo volver a creer en el cine negro con Los Soprano, se despide de la gran pantalla haciendo lo que mejor sabe hacer. Lo que siempre ha hecho, lo que nació para hacer. Porque si este hombre ya era bueno, lo que sale con un papel a su medida y un guión para enmarcar solo puede ser mejorado por esa voz capaz de imponer respeto por sí sola y una química con Hardy que me hubiera gustado volver a ver alguna vez más. En La Entrega, Gandolfini interpreta al dueño del bar en el que también milita Hardy. Un bar controlado por la mafia en el que se llevan a cabo las "entregas" que dan nombre a la película: cada noche, un bar de la mafia es el elegido para guardar la recaudación, que será recogida antes del cierre. Los problemas comienzan cuando esa recaudación es robada en el bar de nuestros protagonistas.


La trama principal está vista desde la perspectiva de nuestro protagonista en su mayor parte, un tímido Hardy que está aprendiendo el negocio de su primo Marv (el ya mencionado Gandolfini), con una Noomi Rapace inmensa ayudando a Bob (mismo nombre que en Rocknrolla) a cuidar del perro que apareció en su contenedor. Una trama aparentemente secundaria que gana peso con el avance del largometraje y que termina dando un giro que hará que cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad se revuelva en su asiento. Todo atado, como no, por su ya mencionado guión, brillante lo mires como lo mires. Los cabos sueltos no tienen cabida aquí. Habrá que seguir de cerca a su jovencísimo director danés, Michael R. Roskam, que ya contaba con algún título como Bullhead sumamente prometedor. Una declaración de intenciones global de sus estrellas emergentes y emergidas, una despedida magnífica para la mayor de todas.


Manuel Azaña González

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