La nueva película de Tim Burton, nos cuenta la historia de Margaret Keane, autora de esos famosos cuadros que muestran niños tristes con ojos enormes y que dan nombre a la película, narrado en un tono que, si bien muestra con relativa fidelidad la historia de la artista y su marido, está contada de un modo desenfadado muy en la línea del autor, mezclando el drama con la comedia ácida y la crítica a determinados ámbitos del arte y la farándula. Pero no os equivoquéis, por mucho que sea distinta en ocasiones, no deja de ser una suerte de Ed Wood llevada a cabo como ejercicio rutinario sin tener apenas el sello del autor.

Amy Adams interpreta a la protagonista, siendo prácticamente lo más destacable de un filme que adolece de un guion sólido, estando cargado de giros moralistas en los que se quiere criticar un sistema machista que cosifica el arte hasta un punto vomitivo, pero en el que solo se consiguen crear situaciones inverosímiles que poco o nada aportan a la trama más allá de lo mal que está mentirle a un hijo. Además, por primera vez en mucho tiempo, la actuación de Waltz me parece por debajo del nivel que se espera de él, sin ser mala, por supuesto, pero yéndosele de las manos en determinados momentos y ofreciendo, simplemente, más de lo mismo. 

Porque si la primera mitad de la película se deja ver con relativa facilidad, la segunda es un ir y venir de bromas forzadas, gente corriendo y querer crear situaciones graciosas en un ambiente en el que ni siquiera Waltz consigue ser gracioso. Las cuatro cosillas made in Burton no son suficientes para dar calidad a una película con marcados picos de intensidad y ritmo narrativo y en la que es, por tanto, demasiado fácil perder el interés. Otro biopic más sin fuerza ni contenido sólido. The Imitation Game, Foxcatcher, The Theory of Everything, Unbroken... en fin, mirad la parte positiva, al menos es mejor que este último por mucho que la originalidad siga brillando por su ausencia.

Manuel Azaña González

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